por Alejandro Schoffer Kirmayer
Cierre
por todo lo alto de PRISMA–Festival
Internacional de Danza Contemporánea de Panamá en el Teatro
Nacional. Se presenta The
Ministry of Unresolved Feelings.
La
coreografía,
el texto, así como el diseño de escenografía, iluminación y
sonido son de
Jo
Strømgren.
Nada
más entrar al teatro, me encuentro con la codirectora Ximena Eleta,
quien con una sonrisa gigante me comenta: «Esta
obra se presentó por la mañana y los niños no paraban de reír; es
una pieza que combina parodia y danza teatro».
Quince minutos más tarde se abre el telón. El verde es el predominante. Cuatro de los cinco intérpretes visten con esa tonalidad; el otro, de traje oscuro. Suena Ne me quitte pas de Nina Simone y, mientras el de traje se saca los mocos, los acompañantes parecen desganados.
Surge una voz off que nos acompañará durante todo el performance. Los intérpretes (Henriette Hamli, Jakub Mędrzycki, Nora Svendsgård, Mikael Rønne y Angela Iannes Bryulant) se mueven con más lentitud cuando se oye la narración. La música y la voz en off tendrán un ir y venir, una alternancia constante en la pieza.
El personaje de traje interactúa con los objetos que tiene en «su despacho»: cafetera, taza, cuchara, teléfono, dispensador de agua, casette y un botón que presiona cuando necesita la ayuda de sus colaboradores. Sí, nos damos cuenta de que los cuatro que visten de verde son sus ayudantes, y él, allí, es la máxima autoridad del Ministerio. Esta escena de interacción con los elementos de la mesa es repetida en las transiciones, y los colaboradores lo movilizan como si de un títere se tratara, al ritmo de la música.
El Ministerio es presentado por el narrador como «un espacio en el que se resuelven los problemas de las personas, que en otros lugares no se pueden resolver». Los individuos que se atienden expresan a través de la danza teatro lo que les sucede, piensan, desean o reprimen en el día a día.
De paciente a paciente, la voz en off del narrador omnisciente lo sabe todo, y se adentra en el pensamiento del hombre de traje, que divaga con los pensamientos y emociones de los demás: «Los buenos terapeutas son los que saben cómo se sienten los clientes», dice.
A modo de loop, los pacientes van a apareciendo de uno en uno en la escena: como el caso de una mujer que llora al abrirse emocionalmente, recuerda el pasado y saca un marco de fotos, y de pronto un cuchillo para suicidarse, o una pistola… y, en el acompañamiento, los colaboradores le ayudan a limpiarse las lágrimas.
Las risas tímidas no dejan de ser un murmullo entre el público. Algunos se dan el gusto de reír fuerte; otros lo más seguro es que ríen por dentro.
En la música, a Nina Simone le siguen Pjotr Tsjajkovskij, Anton Karas, Francisco Tarrega, Gaston Ouvrard, Domenico Scarlatti, Haukur Morthens, Janusz Gniatkowski, Sepultura, Georges Bizet, Lill Lindfors y Camille Saint-Saëns. Percibo que aquella influye en los pacientes y en su movilidad. «A veces no están interesados en resolver sus problemas y creen que la música es la mejor decisión», nos dice la voz en off cuando aparece un paciente bailando thrash metal. Y es que no todos se sanan.
La lista de casos es elocuente: angustias, tristezas, sueños, esquizofrenias con movimientos descoordinados; el deseo de ser otro, como la mujer que quiere ser española, o el terapista cuando se ve a sí mismo en uno de los personajes y se da cuenta de que también necesita expresarse a través de la danza; una pareja tóxica que le amenaza; una mujer árabe cubierta por un rotundo velo negro; una madre dominante. Y, junto a ellos, los colaboradores que, presentes en cada danza, son parte imprescindible en El Ministerio.
La pieza prosigue con la visita de un inspector, y el hombre de traje dándose cuenta de que ha metido la pata. Seguro viene a sancionarlo. Una de sus colaboradoras le ha pillado mirando por el cerrojo mientras estaba en el baño desnuda. El hombre de traje está cada vez más sudado y agotado. Ahora lleva un cerrojo gigante y se desplaza alrededor de El Ministerio persiguiendo a los colaboradores «desnudos».
En la escena final, una mujer es la que toma el mando. ¿Qué sucederá ahora en el Ministerio de las emociones no resueltas?
El performance llega a su fin y el público aplaude, y no deja de hacerlo hasta que las luces nos señalan que PRISMA número 12 ha llegado a su fin. Broche de oro para terminar agradecidos por un festival más. A mí, me viene a la mente una frase de Charles Chaplin: «Mirada de cerca, la vida es una tragedia, pero vista de lejos, parece una comedia».
Fotos de Edouard Serra
Este blog lo edita Salvador Medina Barahona con la colaboración de