Por Alex Mariscal
Lunes 16 de octubre de 2023, Ateneo de Ciudad del Saber. Desde la primera escena de Marcat Dance, reconocemos que la música es fundamental para dotar de un sentido a las interminables espirales y rupturas de planos de la pieza El bosque. Las frases cinestésicas están construidas en cuerpos con músculos y huesos cincelados a rigor. Logran, como aves, entrar y salir de la atmósfera sin romper la continuidad del movimeinto, ni de la energía que este trasmite.
El trío nos traspasa la belleza de las ondas al choque de un cuepo sobre el agua. Un estallido que se expande y nos abraza y explosiona dentro del alma, y nos transforma, y nos suspende, y nos devuelve a la riqueza del cosmos del oscuro bosque. Los bucles de líneas espiraladas en el espacio y la música electrónica de José Pablo Polo llenan el bosque de alegría, nostalgia, miedo, y de un incierto gozo.
La mirada del ejecutante es también importante cuando este se detiene y mira al público. Probablemente un público ficticio, o quizas me esté mirando directamente a mí, y ocurre entonces esa relación como de burbujas que no se tocan. El director de teatro argentino Ricardo Bartis enfatizaba siempre en sus talleres su deleite en esa mirada del actor. Y solía decir: «como actor me gusta entrar en contacto con ese otro allí en la sala, cerca y lejos de mí; mirarlo a los ojos, porque quizás sea la única vez en toda mi existencia que lo voy a tener este encuentro». Ese leve contacto fenomenológico resuena como la esencia de las burbujas de Peter Stoterdijk, citado en su obra por la bailarina colombiana Sara Regina Fonseca.
Las escenas involucionan hacia un hoyo negro: seres que se mueven en la incertidumbre hacia un infinito de estímulos experimentados por vez primera. Como cuando alguien corre en la escasa luz de un bosque guiado solo por su isntinto y los sonidos.
El actor y dramaturgo que hay en mí, guiado por la música, va construyendo, en ese lienzo de niebla a ratos luminosa y otras brumosa, una multitud de plántulas, animales, árboles y dioses danzantes. La refracción brumosa, perfectamente diseñada, que delimita las áreas y separa a los ejecutantes, fue diseñada por Mamen B. Gil.
La idea coreográfica de apelar a lo sensorial en un cosmos vegetal se potencia por la sensibilidad, entrenamiento y capacidad de los ejecutantes Mario Bermúdez, Catherine Coury y Marilisa Gallicchio; pues en cada escena crecían la expresividad y la energía del espectáculo.
Definitivamente, El bosque, en el 12 PRISMA–Festival Internacional de Danza de Panamá, detona las neuronas espejos hacia universos desconocidos, arboledas pobladas de seres invisibles, caprichosamente refractados por el resplandor de las estrellas.
Fotos de Edouard Serra
Este blog lo edita Salvador Medina Barahona con la colaboración de
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