Por Félix Ruiz Rodríguez
Hay un helecho en el balcón de mi casa. Uno de verdad. No es de plástico y no lo compré en ninguna parte. No tiene una maceta (aunque he pensado en conseguirle una). También he tratado de matarlo en vano; sigue creciendo. Y no es que no me gusten las plantas, pero es que crece en el desagüe de esa área y en invierno lo hace tanto que produce inundaciones. Luego vuelve a secarse hasta reducirse a solo una raíz. He reflexionado al respecto y admiro la manera de aferrarse a la vida y convivir.
Esa reflexión ha vuelto a mi memoria mientras veía la obra El jardín, de Omar Carrum, que se desarrolló en la Fundación Espacio Creativo como resultado del PRISMA Lab Juvenil, del que participan jóvenes provenientes de distintas comunidades en riesgo social.
El reconocido bailarín, docente, coreógrafo y videorealizador mexicano volvió para participar de la versión doce de PRISMA–Festival Internacional de Danza Contemporánea de Panamá. Este año el artista fue el encargado de dirigir el ya muy esperado laboratorio de creación juvenil, que cada año nos sorprende por el notable desarrollo artístico que han venido alcanzando los muchachos.
Aborda esta propuesta la importancia de las conexiones, las similitudes con la colectividad, el arraigo, y deja flotando intencionalmente grandes cuestionamientos y planteamientos sobre el acondicionamiento personal para coexistir. «¿Cuál es tu evento canónico, ese que hizo que algo cambiara dentro de ti?», pronunció una de las bailarinas.
La rutina de partnering, ejecutada en diferentes combinaciones, abre camino desenfrenadamente, tal como una enredadera o cualquier otra planta salvaje que se resiste a desaparecer. Desde el trabajo de piso, la correlación de los cuerpos en figuras circulares, los contrapesos y el equilibrio, hasta los saltos, la diversidad del jardín nos dialogaba sobre las vidas entrelazadas.
La fisicalidad de los intérpretes creadores nos robaba el aliento y nos acercaba, una vez más, a lo galopante y agitada que puede ser la vida. Ellos son: Rafa Caicedo, Juan Contreras, Jean Pierre Córdoba, Luis Chamorro, Josías Díaz, Maikelys Earle, Elias Estrada, Cristian Fernández, Aldair Flaco, Claudia Hamilton, Ana Hernández, Maria Medina, Joseph Petit, Stephanie Sánchez y Angel Valderrama.
Sigo pensando en mi helecho, pero ahora desde otra perspectiva: ¿Cómo sobrevive entre tanto concreto? ¿Qué nos mantiene vivos a ambos? ¿Por qué nos aferramos a continuar entre el asedio y el daño causado, frente a las dificultades y males sistémicos que nos golpean? ¿Qué nos une?
Muchas veces permanecemos circunspectos mirando lo que ocurre a nuestro alrededor, al otro; nos transmutamos, huimos, nos abstraemos. Prima la individualidad cuando ser una enredadera o un rizoma podría favorecer abrirnos camino. Es la historia de las relaciones humanas.
Y frente a tantas preguntas acudo a la visión del coreógrafo: «sobreponernos a la idea de la individualidad y abrazar las coincidencias que tenemos con otros ayuda a desarrollarnos, de alguna manera específica, para sobrevivir… porque siempre podremos acudir a la raíz».
Me quedo con la imagen de un Omar Carrum, este 14 de octubre de 2023, complacido, regando —literalmente— a las jóvenes promesas de la danza contemporánea panameña, al tiempo que los asistentes hacen lo propio con aplausos, mientras ellos buscan reponerse del esfuerzo, y con una interrogante más: ¿Qué planta serían ustedes en la vida?
Fotos de Edouard Serra
Este blog lo edita Salvador Medina Barahona con la colaboración de
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